
La primera quincena de abril, que ya se ha cerrado, con sus lluvias refraneras, estuvo marcada por el color de lo religioso, con los negros, los morados y otros terciopelos de la Semana Santa, tan crecida ahora en Oviedo que incluso parece tradicional lo que es novedad, si exceptuamos la nueva imagen de Cristo Resucitado.
Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, decía Antonio Machado, y de esa bipolaridad sabemos mucho los españoles a través del tiempo, golpe a golpe, verso a verso. Así, junto con la Semana Santa propiamente dicha, que se estrenó cicatera, sin sol para calentar los ramos y las palmas y se abrió generosa tras la bendición, muchos ovetenses optaron por echarse a la calle cada día para ver las procesiones, con la misma naturalidad con la que otros se fueron hasta Villadiego. También es bueno cambiar de paisaje para ver Oviedo de lejos.
La lluvia que nunca falta, y que incluso hace que en Sevilla sea una maravilla, aguó algunas procesiones y logró cambiar el recorrido de una, abreviando el camino por el Fontán, imprevisto acierto que potenció, como telón de fondo, espacios impares del Oviedo popular.
Alfa y omega, de los Ramos a la Pascua, hubo incluso un paso nuevo para la Resurrección de Cristo, que salió a la calle por la Puerta de la Limosna, la misma por la que en otro tiempo, el día de Jueves Santo, salía el señor obispo para repartir pan a los pobres arracimados, en tradicional costumbre que se repetía en otras fechas del año, religiosas y profanas, como antecedente del reparto festero de bollos, más o menos preñados.
Entre el 13 y el 15 de abril, en plena Pascua, se celebró en Oviedo el II Congreso Internacional sobre el Sudario, un lienzo que la tradición siente como el auténtico paño que cubrió el rostro de Cristo tras la crucifixión. Las preguntas sobre la autenticidad de la reliquia, llegada a Oviedo como parte del contenido del Arca Santa, cuyo inventario, según traducción del cronista Morales, dice, entre otras cosas: «É de la Sábana del Señor y de su Sudario; y de su sangre santísima».
Por otra parte, en la Guía de la catedral de Oviedo, escrita por don José Cuesta en 1957, a la que no sobra acudir, junto con tanto como se escribió desde entonces sobre el tema, describe «este pedazo de la Sábana Santa está encerrado en un sencillo marco de plata, sobre un pie también de plata. Se cree que es un trozo de alguno de los varios lienzos con que fue envuelto el sacrosanto cuerpo de Jesús desde que lo bajaron de la cruz hasta que lo depositaron en el sepulcro. No tiene manchas ni señal alguna de los aceites, bálsamos o aloes con que fue ungido el Salvador, como lo observamos en el veneradísimo Santo Sudario de esta CatedralÉ».
El arca, de madera, desnuda entonces, llegó a Oviedo tras largos avatares, en tiempos en los que el valor de las reliquias cobraba especial importancia en relación a la fe y a los caminos cruzados por mil peligros, no pocos de ellos legendarios. Ahora la fe se alía con la labor científica y los adelantos de la técnica para iluminar la verdad, y ya se sabe que a veces la razón se convierte en fantasma. En cualquier caso, tan largo tiempo como el que hace que ese lienzo es ovetense aumentó hasta hoy su veneración, y hasta él, sólo visible plenamente en contadas fechas del año, llegaron y llegan muchísimas gentes, unas animadas por la devoción, otras por el valor histórico y artístico de lo que se contiene en la Cámara Santa.
Entre las conclusiones que se publicarán en las actas de este II Congreso, bueno será tomar nota de las mejores condiciones de conservación y exposición del tesoro. Parece que la capilla de Santa Bárbara, por otro nombre Nueva Cámara Santa, no es lugar ideal para exposición permanente, que puede suplirse con aula explicativa. Los expertos aconsejarán, sin romper el halo de la tradición. El poder evocador de las reliquias sigue intacto, aunque los tiempos sean otros y el peregrinaje también. La selección de estudios de muy distinta filiación tuvo interés y dio oportunidad, como suele ocurrir en estos casos, para conocer a gentes que trillan en otros campos. A mí, acostumbrada a la bendición con el Sudario y a beber agua fresca de la hidria desde niña, no me hacen falta certificados.
Viene al hilo un recuerdo y un ruego desde la Sociedad de Amigos de la Catedral, a la que pertenezco por invitación de su presidente, Juan Uría Maqua. Por razones puramente vegetativas, ha mermado el número de socios que, como en otras de España y de Europa, sólo buscan agruparse para mirar por el patrimonio y ayudar en proyectos de conservación, sin ánimo ideológico alguno. Creo que está bien sumarse a esa nómina, que por 20 euros al año, a los que puede sumarse la voluntad, nos hace miembros de esta meritoria, y ahora menguante, asociación ovetense.
Con la llegada de la primavera oficial, antes y después del 23 de abril, arreciaron, y lo que nos espera, las presentaciones de libros, inauguraciones, exposiciones y otros saraos que hacen de Oviedo un escenario muy atractivo, rico para mostrar y demostrar que estamos vivos y llenos de curiosidad. Hay de todo en este campo. El día 12, a la hora bruja de la una de la tarde, convocados por escueta campanada, nos reunimos no pocos, aunque teníamos que haber sido más, para acoger la presentación de doble entrega de la reedición de las obras reunidas de don Juan Uría, en este caso «Las peregrinaciones a Santiago y San Salvador». Así, con acierto, se reúne mucha obra dispersa y difícil de localizar, siendo como es imprescindible. Esperamos la siguiente entrega, dedicada a sus escritos sobre Oviedo.
En lo de las exposiciones tuvo su gracia la ceremonia de inauguración de la que recoge, en la sala del Banco Herrero, la pintura catalana de la colección Thyssen-Bornemisza, señalada para el 17 de abril. El contenido de la exposición, que sigue abierta, es muy interesante, y la inauguración tenía su morbo, con la calle Suárez de la Riva absolutamente «petada» desde una hora antes, con muchísimas señoras «de peluquería» y ataviadas cuidadosamente, todas ojos para ver de cerca a Carmen Cervera, «Tita» antes.
También había caballeros en buen número, y hemos de suponer que ellos y ellas tendrían como principal interés el de admirar los cuadros de la colección que se presentaba, del fondo particular de la baronesa, pero, en el fondo de sus corazones, y valga el juego de palabras, les llamaba lo de experimentar con la mirada, en vivo y en directo, el palmito de la «miss», el brillo del maquillaje y la paleta cromática capilar de la señora, tal como se deducía de las conversaciones y de los corrillos. Sería como ver el «¡Hola!» en carne y hueso, dicho sea con todo respeto para la carne, el hueso y el «¡Hola!», que es como el boletín oficial del corazón y otras vísceras.
Pero no pudo ser, y no fue, porque ella no vino y el trato exquisito de los anfitriones no bastó para controlar al personal decepcionado, pasando de la pintura y consolándose con el canapé, en la elegantísima sala de operaciones bancarias del Herrero. Otra vez será.
Y allí cerca, en el Museo de Bellas Artes de Asturias, coincide con la anteriormente mencionada la Exposición de pintura asturiana del siglo XIX, en la que se constata que también existimos y no hemos nacido precisamente ayer, por ejemplo, para el arte. El catálogo de esa exposición, a cargo de Javier Barón, con edición de Emilio Marcos y patrocinio editorial del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos del Principado de Asturias, presidido por Pedro Jiménez, que es un verdadero tratado, que quedará como testimonio.
Lo de las conferencias nos crea complejo de perro de Paulov, pues a diario se pronuncian muchas, con temas interesantes y ponentes de garantía, y como no es posible asistir a todo, a pesar de que yo ando intentando hacer un curso a distancia para conseguir un máster sobre el don de la ubicuidad, sigo picando aquí y allá, dejando de asistir a mucho de lo que me interesa. En este último tiempo tuve la suerte de poder acudir a la conferencia que, dentro de un ciclo de arte y música, otra forma de arte, se desarrolla a lo largo de la primavera en el salón de actos del Museo de Bellas Artes, dulce penumbra vespertina, perfecta para reflexionar y aprender. Yo aprendí allí, en aquella ocasión, entre otras cosas, de lo mucho que se perdió y se desnaturalizó en Asturias de entre la obra pública que merecía perdurar.
También el Real Instituto de Estudios Asturianos tiene actividad incesante y dentro de ella se celebró, entre otros muchos -a lo largo del mes de abril-, una conferencia del incombustible doctor Gómez Tabanera. Fue el día 12, dentro del ciclo que él mismo coordina sobre la figura del indiano dentro de la historia de España, que ya me llega publicada en edición bilingüe con el francés. A la vez, me llegan las actas del II Congreso del hórreo en la arquitectura rural, volumen en el que se recogen muy interesantes estudios sobre este monumento en retroceso, acosado por carreteras que se los cargan con desamor y codicia para hacer en su lugar campos de golf y cosas así. En otro momento volveremos a ello. Al aire de esta lectura se recuerdan los trabajos de don Juan Uría sobre el tema, solitarios en la investigación sobre los hórreos del concejo de Oviedo.
Libros y libres
Ya creció en el paseo de los álamos la carpa tradicional que acoge la Feria del Libro, Libroviedo, este año renovada y aligerada de estructura, en una propuesta distinta de unión de la oferta para facilitar la demanda. No se perderá el aire clásico y, aprendiendo de la experiencia, se facilitará al lector o al curioso la posibilidad del acercamiento al libro, de mil maneras.
Los restaurantes de Oviedo, con el menú de la Ascensión al caer, no tendrán queja. La ciudad está cruzada a toda hora de visitantes con buen apetito, dispuestos a comprobar las cacareadas bondades de los fogones ovetenses. A la vez, quizá como herederos de aquellos viejos tiempos de hambrunas endémicas, a los asturianos todos y a los ovetenses con ellos nos va eso de celebrar los acontecimientos, mayores o menores, comiendo, y cualquier razón es buena para reunirse con compañeros, camaradas y cofrades, y no hemos de olvidar que la etimología de la palabra compañero nos dice que son compañeros los que comen el pan juntos, y ya se sabe que pandilla que come unida permanece unida.
Entre otras muchas, llega en este mayo, el día 9, la celebración de los 25 años de la reunión anual de las antiguas alumnas del Colegio de las Dominicas, que así cumplen las bodas de plata consigo mismas. Misa en la capilla del colegio a las 12 y comida en un hotel para celebrar que, con el tiempo por el medio, siguen teniendo intereses e ilusiones comunes.
Entrado mayo, sin que por ello haya venido el calor ni la calandria cantarina, quedamos a la espera, viendo cómo el tiempo vuela. Y ustedes que lo vean.
Fuente: LNE
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