viernes, 23 de marzo de 2007
Japon se rinde a la Sinfonica de Oviedo
Japón se rindió ante la Orquesta Sinfónica «Ciudad de Oviedo» (OSCO) en su debut en el Tokio Bunka Kaikan. Repetía el concierto que ofreció el pasado 25 de febrero en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con Edita Gruberova, pero el éxito fue mayor. Lo que se vivió en la sala sinfónica del inmenso auditorio -para 3.000 localidades- fue una auténtica catarsis que los músicos asturianos vivieron con responsabilidad y alegría. La reacción del público fue de un entusiasmo creciente que terminó con dos bises y media hora de ovaciones entusiastas que compartieron todos los músicos y con el auditorio en pie.
Al final, tanto el titular de la formación, Friedrich Haider, como Edita Gruberova e Iván Paley tuvieron que atender a más de doscientos aficionados que guardaron cola durante más de una hora para obtener autógrafos y felicitar a los intérpretes.
Un primer detalle que llamó la atención, en un país en el que la puntualidad es casi una religión, fue el comienzo del concierto con diez minutos de retraso. ¿El motivo? El Tokio Bunka Kaikan está situado en pleno parque de Ueno, uno de los lugares emblemáticos de la capital nipona, en un complejo arquitectónico diseñado por Le Corbusier, y en el que, además de la sala de conciertos, se sitúan los principales museos, templos y un inmenso parque, en el que, durante esta semana, se produce un espectáculo que concita la atención de miles de personas, la floración de los cientos de cerezos que lo pueblan.
Como el concierto se celebró el domingo a las dos de la tarde, una ingente masa humana retrasaba la llegada al mismo pese a una organización minuciosa. Eso sí, una vez pasados esos diez minutos de cortesía se inició la sesión con un público expectante y silencioso -apenas se escucharon toses.
W. A. Mozart ocupó la primera parte de la gala lírica con la obertura de «El empresario» y la endiablada «Marten aller Arten» de «El rapto en el serrallo», con la que Edita Gruberova abrió sesión de manera soberbia. A continuación, el barítono argentino Iván Paley interpretó con corrección «Deh vieni alla finestra» de «Don Giovanni» y luego ya Donizetti tomó el relevo con una obertura de «Roberto Devereux» magníficamente interpretada y toda la escena de la locura de «Lucia di Lammermoor», en la que se ya se produjo la primera y rotunda apoteosis por parte del público, con casi diez minutos de ovaciones.
En el descanso, buena parte de los asistentes recogían los folletos informativos sobre Oviedo que se distribuyeron en los accesos a la sala. Se trataba del folleto de la Oficina Municipal de Congresos, traducido a ocho idiomas y en el se muestra una colección de fotos de la ciudad con su cultura, historia, gastronomía y naturaleza.
El concierto se reanudó con la obertura de «Norma» de Vincenzo Bellini, también braveada y con el «Casta Diva» de la misma ópera a la que Gruberova le dio mayor intención y calado que en su concierto de Oviedo. Dos pasajes orquestales de E. W. Ferrari supusieron un remanso para llegar al tramo final del concierto, en el que Iván Paley ofreció su segunda intervención, el aria de Malatesta de «Don Pasquale» de Donizetti, y Edita Gruberova terminó en clamor con el aria de «Beatrice di Tenda» de Bellini.
Fue en este tramo final en el que la emoción del público se desbordó y varios espectadores se acercaron al escenario para dar ramos de flores a la soprano y, tras las dos propinas -Donizetti y Strauss- decenas de fans se precipitaron al borde del escenario para saludar a la cantante y estrecharle la mano.
La satisfacción de los músicos al término del concierto era total. Para ellos ha supuesto uno de los mayores éxitos artísticos de la formación desde que se creó, tanto por el resultado de la velada como por la relevancia del ciclo de conciertos. Para el viola ovetense Juan Ruiz de la Peña, «ha sido uno de los días musicalmente más importantes como orquesta y, desde luego, para mí también desde el punto de vista profesional. Ha sido emocionante ver la respuesta que el público ha tenido con Edita Gruberova y con la propia orquesta».
También el titular de la formación, Friedrich Haider, compartía alegría al final del concierto. «Tenía especial empeño por traer aquí a la OSCO, a un ciclo importante, para que se pueda contrastar en todo el mundo que estamos ante una formación capaz de competir internacionalmente, que ofrece garantías y que es una excepcional embajadora cultural de la ciudad de Oviedo. Ese es mi empeño, que se conozca en el mundo el alto nivel musical de Oviedo».
Tokio, C. M.
Uno de los aspectos más complejos del viaje de una orquesta siempre es el hecho de tener que llevar los instrumentos, sobre todo los de mayor tamaño. En este sentido, los violonchelos y la percusión, por ejemplo, han de viajar en un compartimento aparte y, por los diversos azares de las compañías aéreas, los violonchelos no llegaron a tiempo como el resto de los instrumentos. Pero la eficacia nipona pudo con todo y para salvar el primer ensayo se consiguieron de manera inmediata seis violonchelos, que se alquilaron a jóvenes músicos. Para la segunda prueba, ya sí, tenían listos sus propios chelos.
Si sorprendió la eficacia organizadora, aún más lo hizo el que bastantes espectadores acudiesen al concierto con mascarillas. Es costumbre que las usen las personas con resfriados para no contaminar al resto del público.
Fuente: La Nueva España
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