sábado, 9 de junio de 2007

El Retablo de la Catedral


Veintidós años, dos talleres de escultores y un taller pictórico fueron necesarios para que el proyecto emprendido en 1511 en la diócesis de Oviedo de construir un gran retablo que emulara los de las diócesis de Toledo y Sevilla viera la luz. Fue en 1533 cuando se acabaron de engarzar las diferentes piezas que forman el retablo mayor de la catedral de Oviedo, que después de más de cuatrocientos años y tras varias reformas es una de las joyas más preciadas y admiradas de la Basílica. El profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo Javier González Santos dirigió ayer una visita al retablo organizada por la Asociación de Amigos de la Catedral y que congregó a unas cuarenta personas.

El actual retablo mayor de la Catedral, comenzó explicando González, «no es el único que ha existido, sabemos que hubo varios antes, pero no sabemos exactamente cómo fueron. De lo que sí hay constancia es que a finales del siglo XV, en torno al año 1498, hubo obras de reforma en el retablo».

Después de esas reformas, «curiosamente en 1511, gobernando Fernando el Católico nació el proyecto de construcción de un nuevo retablo para la Catedral. Su promotor fue el obispo Valeriano Ordóñez de Villaquirán, pero al poco tiempo de firmar el contrato de las obras falleció».
Pero el proyecto ya estaba comenzando a gestarse y se realizó por dos motivos, explica el profesor, «primero porque por entonces en la diócesis de Oviedo había mucho dinero y también porque se quería emular los retablos de las diócesis de Toledo y Sevilla, las más importantes de la época».
Siguiendo el modelo de estas dos poderosas diócesis, se eligió para el retablo de Oviedo el estilo gótico, «pero un gótico especial muy influenciado por el estilo flamenco de los países del norte de Europa, lo que se conoce como estilo gótico hispano-flamenco, que en España tuvo un importante arraigo. Se podría haber optado por el estilo romano procedente de Italia, pero finalmente se optó por el gótico».

Se contrató para realizar el trabajo escultórico a un importante artista flamenco, Giralte de Bruselas, que comenzó a trabajar en 1512 con su cuadrilla de artistas. «Las obras se iban dilatando en el tiempo, tendrían que haber estado en tres o cuatro años y se demoraban, así que el nuevo obispo de Oviedo, Diego de Muros, sucesor de Villaquirán, para agilizar los trabajos contrató un nuevo taller de escultores, el de Juan de Balmaseda, un artista español muy reconocido. Para la pintura, la policromía y el dorado, el obispo contrató al prestigioso pintor Alonso de Berruguete, que por algún motivo que no ha trascendido nunca llegó a trabajar en el retablo. Un nuevo obispo, Francisco de Mendoza, contrató a León Picardo, otro artista flamenco, para los trabajos de pintura del retablo que por fin concluyeron en 1533».

En cuanto al diseño arquitectónico del retablo se «sospecha», apunta González, que fue obra de Juan de Badajoz el Viejo, maestro mayor de la Catedral -cargo equivalente al de director de obras-, o quizá de su sucesor, Pedro de Bueras.

El retablo «es un libro abierto» distribuido en calles y pisos -las calles son equivalentes a las columnas y los pisos a las filas-. La obra se compone de una calle central, cuatro calles laterales y cuatro pisos más el banco, que es la base del retablo, «la obra está consagrada a San Salvador y explica los misterios del dogma cristiano a través de imágenes sencillas de manera que todo el mundo pudiera comprender lo que se estaba contando».

En la calle principal del retablo, la de mayores dimensiones situada en el centro del retablo, se muestra «a Jesucristo como divinidad, con el globo del cosmos en una mano y bendiciendo con la otra. En el siguiente piso se representa el misterio de la Asunción Coronación de la Virgen María y en el tercer piso la escena muestra la crucifixión de Cristo».

Explica González que el retablo cuenta toda la vida de Jesús, desde la Anunciación a la Virgen María hasta la resurrección. «Las escenas se tienen que leer desde abajo y de izquierda a derecha». En total el retablo se compone de 23 piezas que son 23 escenas diferentes. Entre cada una de las escenas se encuentran los pilares en los que están representados distintos santos.

El retablo se hizo de madera y fue recubierto de finas láminas de oro para después ser pintado. «Por encima del pan de oro se pintaban las figuras y cuando era necesario, para hacer algunos dibujos, con un garfio se levantaba esta pintura y quedaba el pan de oro al descubierto, así se creaban los damascos».
Tras la charla los asistentes pudieron observar el retablo de cerca y comprobar que, a pesar de que tiene algunos defectos propios de la edad de la madera, «se encuentra en muy buen estado, está muy saneado», señaló González.
Para el próximo 21 de junio, a las 11 horas, la Asociación de Amigos de la Catedral ha organizado otra visita que se centrará en el cementerio de peregrinos.

Fuente: LNE

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