sábado, 2 de junio de 2007

Una asturiana premio Arquimedes del pasado año


Tres estudiantes de Química, Medicina y Filología llegaron a la final del Premio «Arquímedes» del pasado año.

Lo ganó finalmente Mónica Fidalgo Blanco, entonces alumna de Filología Románica de la Universidad de Oviedo. Destinado al fomento de la investigación científica entre los estudiantes de segundo ciclo de las universidades españolas, Mónica Fidalgo, que eligió la especialidad Arabo-románica, lo obtuvo por un trabajo sobre unas rogativas aljamiadas para pedir agua que aparecen en un manuscrito morisco del siglo XVII.

Gijonesa, de 23 años, estudió en Oviedo los cuatro primeros años de la carrera y realizó el último en Basilea (Suiza). Actualmente reside en Praga, ciudad en la que vive con su novio, Ondrej Elleder, y en la que quiere iniciar su tesis doctoral, profundizando en el ya citado manuscrito morisco. «Ahora mismo estoy centrada en estudiar el idioma, que es difícil, para poder iniciar los contactos en la Universidad y acceder a las bibliotecas», comenta.

El checo, interviene Ondrej Elleder, es una de las lenguas más complicadas. Se parece al latín, pero tiene siete casos y catorce declinaciones. A la asturiana le gustan los riesgos y los idiomas. Eligió la especialidad de árabe «por curiosidad» y le parece «difícil e interesante. Me manejo mejor traduciendo que hablando». En un curso, en Túnez, conoció a su novio. Juntos, han visitado en dos ocasiones a Egipto. Viajan siempre que pueden -estos días visitan Asturias- y apenas tienen dificultades idiomáticas. Mónica Fidalgo habla bien cinco lenguas, además del español, inglés, francés, italiano, portugués y catalán, conoce bastante el árabe y estudia checo.

Su novio, de 29 años, filólogo y traductor, la supera. Habla, además de checo, inglés, español, árabe formal y algunos de sus dialectos, hebreo, ruso y un poco de italiano y de alemán.

Aunque Praga es una de las grandes ciudades turísticas europeas, Mónica Fidalgo dice que la gente «es callada y cerrada, más parecida a la suiza que a nosotros, no está muy acostumbrada a recibir a extranjeros».
Nuevos horizontes
Su estancia en Basilea le abrió nuevos horizontes formativos. Cuando se la invita a comparar los dos sistemas universitarios, el español y el suizo, Mónica Fidalgo duda pero, al final, se decide: «La enseñanza de las lenguas en España es un poco más floja, en Suiza el nivel es increíble. Los profesores de España suelen decir que la Facultad no es una escuela de idiomas, pero allí también son filólogos. Nuestras bibliotecas deberían tener más libros y mejorar el sistema de préstamo. Me impresionó también el nivel de autonomía de los alumnos. Trabajabámos más tiempo en casa, pero aprendíamos mucho mejor. Preparábamos trabajos y los exponíamos en clase».

Tanto ella como su novio son defensores de la cultura del esfuerzo. Ondrej Elleder estudió en Estados Unidos, «un país que te ofrece todas las oportunidades pero has de ganártelas con trabajo. El sistema, como ocurre en Suiza, no te da dinero sin trabajo». Y Elleder recuerda que, entre las diez mejores universidades del mundo, no hay ninguna europea, todas son norteamericanas. «En Estados Unidos, la gente se vincula a la Universidad en la que estudió y es frecuente que acabe financiándola de algún modo. Hay mucha diferencia con Europa, donde el Estado debe resolver todos los problemas», señala.
Inmigración
Islam y Occidente conviven en Europa, pero no parecen acercarse. Mónica Fidalgo cree que «hay una gran diferencia cultural» y prefiere no entrar a valorar la dificultad de su integración. «En la República Checa, las comunidades musulmanas son pequeñas, la inmigración es más de los países del Este o de Turquía», afirma.

La especialidad de Filología Árabe de la Universidad de Oviedo tiene antiguos alumnos enseñando o investigando en distintos lugares del mundo, entre ellos El Cairo, Túnez, Bucarest, Los Ángeles o París. Su nivel de publicaciones ha sido elogiado internacionalmente. Juan Carlos Villaverde, profesor de Árabe, cree que la razón está en «la continuidad de una tradición, que es algo que no suelen ver los políticos porque quieren resultados a corto plazo y la inversión en capital humano es siempre a medio y largo plazo». Villaverde considera que los estudios académicos son una parcela, pero lo fundamental es la formación del personal humano.

«La Universidad debería hacer una reflexión y preguntarse qué ocurre para que un área tan poco dotada como la nuestra tenga una producción editorial e investigadora tan destacadas. El reto de nuestra universidad está en romper la mentalidad funcionarial», añade.

Fuente: LNE

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