domingo, 8 de abril de 2007
El Santo Sudario es el icono pintado por el mismo Jesucristo, afirma el Arzobispo
En su homilía Carlos Osoro, arzobispo de Oviedo, señaló que «todo el Evangelio de San Juan, no solamente el texto de la Pasión que hemos proclamado, sino todo el Evangelio, es la realización de esta palabra en la que deseo fijéis hoy vuestra mirada y vuestro corazón: "mirarán al que atravesaron"».
El Arzobispo añadió que «esta tarde, desde la Catedral de Oviedo, donde tenemos guardada la reliquia del Santo Sudario, un icono pintado por el mismo Señor, con su misma sangre, ya que no se trata de una fotografía o una pintura, es sangre de Nuestro Señor que ha empapado el paño que cubrió su cara dolorida y deformada por los golpes y el sufrimiento con el que luego seremos bendecidos, pidamos al Señor que nos conceda contemplar en esta hora a Jesucristo.
Sí, en esta hora de la historia, cuando el Señor que es Dios, muerto en la Cruz, se oculta y se anonada, en un mundo y en una cultura que quiere suprimir la Cruz, que la oculta a toda vista, que considera que es una pérdida de tiempo inútil fijarse en el Crucificado».
Don Carlos destacó que «no queramos hacer sustitutivos» de Dios «como hacían en el mundo antiguo con animales sacrificados o como lo hacemos nosotros hoy, con otros sustitutivos de Dios. Para honrar a Dios, consciente o inconscientemente siempre se han introducido sustitutivos, se han hecho holocaustos en altares de todo tipo o presencias en la vida social y cultural que no llenan al hombre y que querrían ser sustitutivos de Dios. Pero hermanos, nada hay que pueda sustituir al hombre.
Por eso hoy contemplamos cómo mientras muere un hombre, fuera de la ciudad muere el Hijo de Dios asesinado por los que creen honrar a Dios. Dios muere como hombre, se entrega por todos los hombres. Dios se ha puesto en nuestro lugar y ahora vivimos de este misterio, solamente podemos vivir acogidos, iluminados, en comunión con el misterio de Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Jesucristo es verdadero hombre y muere el hombre pero es verdadero Dios y triunfa quien hizo al hombre y todo lo que existe».
El Arzobispo indicó que en la «mirada al Crucificado, veremos cómo de la herida del costado de Cristo brota sangre y agua. Sangre y agua, los dos sacramentos fundamentales eucaristía y bautismo, que son la esencia misma de la Iglesia, ya que bautismo y eucaristía son las dos formas en que los hombres nos introducimos en el ámbito vital de Jesucristo.
En el bautismo nos hacemos cristianos y nos situamos en la órbita de Cristo, bajo el nombre de Jesucristo, que es situarse en la unidad o unión total con él» mientras que «en la eucaristía, nos sienta el Señor a su mesa y nos une a todos los hombres pues al comer el mismo pan, el cuerpo del Señor, no sólo lo recibimos sino que nos saca de nosotros mismos y nos introduce en él y en la Iglesia; él es la cabeza y el cuerpo de la Iglesia. ¡Qué maravilla hermanos el agua y la sangre del costado de Cristo inundando la historia y dando vida!».
El Arzobispo finalizó la homilía invocando a la Santina de Covadonga.
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