viernes, 20 de abril de 2007

Las vacas de raza asturiana siguen en alza


Hace veinte años sólo quedaban unas 400 vacas de raza asturiana de la montaña, identificada con el concejo de Caso, la vaca casina. Una res compacta, de capa castaña y cornadura abundante. Una vaca que, según el dicho, es grande echada y pequeña de pie, a la que tiene que pasarle poco aire bajo la barriga. Hoy ya no corre peligro de extinción: hay unas 7.500 reproductoras, la mayoría en el oriente asturiano (Cangas de Onís y Llanes, principalmente).

Los ganaderos de Cantabria, el País Vasco y provincias de Castilla y León como Burgos o Segovia están descubriendo sus encantos. Sobre todo por el carácter más manejable y dócil de esta raza frente a otras que hasta la fecha criaron. En Caso, paradójicamente, es donde menos casinas pastan.

La casina ha llegado al siglo XXI, pero va a tener que reconvertirse para cruzar esta centuria y llegar a la siguiente. Una res de triple actitud que antaño era especialmente apreciada por su leche grasa, ideal para la fabricación de manteca y quesos, tendrá que potenciar su aptitud cárnica. «Ya hemos asentado su recuperación, ahora tenemos que buscar su sitio como animal de carne», indica Gerardo Noval Camblor, responsable técnico de Aseamo, la asociación de criadores de esta raza autóctona.

Para ello, los criadores ya están desarrollando un plan de mejora genética orientado a mejorar la conformación cárnica de la casina, que, en este aspecto, parte con desventaja con respecto a la asturiana de los valles, que aporta más kilos de carne por res y, sobre todo, produce más kilos de filetes y chuletas, el producto más demandado por un consumidor que resuelve a golpe de sartén o plancha la comida diaria y prescinde de otros tipos de carne empleados en guisos, que requieren más tiempo.

El ganado casín produce una carne de muy alta calidad, con grasa infiltrada, que, a la vista, no es la predilecta del consumidor, aunque resulte más sabrosa.

Los criadores de casina perciben una ayuda económica que compensa esa falta de competitividad cárnica de sus terneros. Es el empujón que la Administración da a una raza que, por otra parte, tiene muchas ventajas, sobre todo cuando juega en su terreno: la montaña. «Son muy buenas madres, con poco sacan adelante un ternero y se mantienen hasta con los pastos más pobres. Además, son buenas para cruzar con otras razas», apunta Valeriano Remis, presidente de Aseamo.

Y en estos tiempos, en los que el paisaje se ha convertido en el principal sostenedor del sector turístico regional, la vaca casina se perfila como una jardinera ideal para las zonas de montaña, capaz de llegar y mantenerse donde no llegan otras. Ellas han moldeado muchos de los paisajes montañosos de Asturias. «La presencia de casinas en los Picos, donde hay una parte muy importante de la cabaña, es una de las razones de que haya pocos incendios en esa zona», apunta Gerardo Noval.

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