jueves, 5 de abril de 2007

El Nazareno recorre las calles de Oviedo


El Nazareno volvió ayer a exaltar la devoción de los ovetenses, pero lo hizo sólo a medias. La lluvia obligó a acortar considerablemente el recorrido de una de las procesiones con más arraigo en la capital. A las ocho en punto de la tarde, unos doscientos hermanos cofrades de Nuestro Padre Jesús Nazareno abandonaban la iglesia de Santo Domingo. Tras el guía de la estación procesional, Joaquín Sáez, y la cruz de guía, de plata, decenas de capirotes púrpura -portando en su mayoría hachones y los estandartes del vía crucis, restaurados este año- comenzaban a abandonar el templo.

A las puertas de los Dominicos, gastadores del Regimiento Príncipe Número 3 tomaban posición, al igual que sus compañeros de la Banda de Tambores, Cornetas y Gaitas y la de la Hermandad leonesa del Cristo del Gran Poder.

El sonido de una campana, la del «martillo» que guía al trono, anunciaba casi al tiempo la salida del trono. Un sonoro aplauso rompía el silencio. Los tambores y trompetas recibían al Nazareno mientras comenzaban a abrirse los primeros paraguas en respuesta a un tímido orbayu.

Conocido como el Señor de Oviedo, en Sevilla, el Gran Poder y en Málaga, el Rico, el paso del Nazareno, decorado con cirios y claveles rojos, emprendía rumbo hacia Marqués de Gastañaga. Sobre la portada de la iglesia de los Dominicos, decorada con un crespón morado, la imagen de la hermandad, la más antigua de Oviedo -cuyo origen data de 1675-, abandonaba el templo, precediendo, entre otros, al consiliario de la cofradía, el padre Arsenio Gutiérrez, y a representantes de otras hermandades.

Cientos de paraguas seguían la comitiva procesional, mientras en el salón de actos del Colegio de los Dominicos, anexo a la iglesia, algunos cofrades se rezagaban para comprobar las previsiones meteorológicas. El mal tiempo presagiaba lo peor. Y así fue. A la altura de Martínez Marina y contra todo pronóstico, la hermandad decidía acortar el recorrido y encaminar sus pasos por la calle Quintana y el Fontán.

Bajo los capirotes morados se adivinaba la desilusión de los cofrades. La lluvia había ganado la batalla, impidiendo que la procesión cumpliese con la tradición y recorriese Cabo Noval, Marqués de Santa Cruz, San Francisco y Porlier hasta llegar a la plaza de la Catedral, donde cada año el paso del Nazareno se detiene ante la imagen de Nuestra Señora, la Virgen de la Esperanza, en la Balesquida, para realizar una ofrenda floral y, posteriormente, desde el palacio de Valdecarzana se lee y se predica el vía crucis.

La lluvia quiso que ayer el Nazareno hiciese un recorrido mucho más corto. Tras bajar Quintana, los cofrades, algunos tan jóvenes que iban en brazos de sus padres, procesionaron por el Fontán y la plaza del Ayuntamiento de camino a la iglesia de los Dominicos, donde se celebró el vía crucis.

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