miércoles, 4 de abril de 2007
Silencio en el corazon de Oviedo
Cientos de fieles se agolpan a las puertas de la iglesia de Santa María La Real de la Corte. A escasos metros, en el arco de San Vicente, una placa recuerda el origen exacto del nacimiento de Oviedo. A las ocho de la tarde, en el corazón de la capital, la Escuadra de Gastadores del Regimiento Príncipe Número 3, acompañada de su Banda de Tambores, Cornetas y Gaitas y policías de gala esperan el comienzo de la estación de penitencia del atardecer del Martes Santo: la procesión del silencio.
Los tambores de la hermandad anuncian la salida del primero de los tres pasos. En andas, sobre un trono adornado con dos ángeles, cirios y flores, es recibida en un sobrecogedor silencio la Santa Cruz, que precede a un grupo de mujeres de luto y con mantilla española.
Ataviados con capirotes púrpura y cíngulo de igual color, decenas de «túnicas blancas» comienzan a salir de la iglesia. Uno de los capataces de la procesión da la orden de salida del segundo trono, el Cristo Flagelado, que avanza por la calle San Vicente flanqueado por policías nacionales y observado por cientos de ojos. Cierra la procesión el tercero de los pasos y quizás el más esperado, la Virgen de la Amargura.
El rostro de Nuestra Señora mueve a muchos fieles a santiguarse a su paso. Tras su trono, decorado con rosas y del que destaca el espectacular manto de terciopelo morado que luce la imagen, coronan la comitiva el párroco de la Corte, Laurentino Gómez, y representantes del resto de cofradías de Oviedo. El sonido de los hachones de los cofrades y el repique de tambores se escuchó ayer hasta pasadas las diez y media de la noche, cuando las tres imágenes volvieron a recogerse en la iglesia tras la procesión.
Fuente: LNE
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