jueves, 10 de mayo de 2007
El santuario de la Milagrosa, uno de los mas queridos de Gijon
La de Rioseco es una ermita sin pretensiones arquitectónicas, pero con un misticismo a prueba de cambios. Llueva o haga sol, a los pies de su Virgen de la Milagrosa siempre hay flores o velas encendidas. Aunque lo religioso parece haber entrado en crisis, todavía hay quienes se desplazan a los confines de Caldones para realizar ofrendas o promesas bajo la advocación de esta imagen con fama de milagrera.
«Lo cierto es que viene menos gente que antes, pero este santuario sigue siendo el más venerado de todo Gijón», constata Benjamín Vigil, de 62 años. Lo sabe porque él es uno de los vecinos encargados de custodiar el templo. Quienes lo visitan tienen que pasar primero por su casa, donde guarda «de toda la vida» las llaves de este refugio de esperanzas, al que muchos se refieren como la capilla de los milagros.
La familia Vigil vive muy cerca de la ermita, en una vivienda que antaño fue escuela rural. Es por esa proximidad, precisamente, por lo que llevan haciéndose cargo de las llaves del templo desde siempre. A Benjamín -más conocido en el pueblo como «Jamín»- incluso le dejan el correo y el pan a la puerta del santuario, donde casi está tan localizado como en su propia casa.
«No llevo la cuenta, pero vendrán más de veinte personas al mes preguntando por las llaves de la capilla», comenta Vigil. «Antes había gente que hasta venía descalza», apunta. Es una manifestación de fe que prácticamente ha caído en desuso, al igual que las ofrendas de exvotos, que en su día eran muy habituales en esta pequeña capilla de Caldones.
Hoy en día, a la Milagrosa se le hacen ofrecimientos de flores, cirios y donativos. Como excepcional, Benjamín Vigil cuenta que «en una ocasión, dejaron una gorra de militar», alo que su vecina María Ángeles Castro añade: «Lo que traen son muchas
María Ángeles también guarda en su casa una copia de las llaves de la capilla. El párroco de Caldones, don José, depositó su confianza en ella hará unos diez años. Antes, asumía esta responsabilidad su suegra, «que en paz esté». A las veinte visitas mensuales que refiere Benjamín Vigil hay que sumar «las muchas veces» que la familia de María Ángeles atiende a devotos de la Virgen de la Milagrosa.
«Por el verano, ¡uff!, la de gente que viene a rezai el rosario», cuenta. «Yo les doy la llave y ellos abren», explica María Ángeles Castro, que también se hace cargo de mantener limpia la capilla de la Milagrosa: «La mujer de Jamín y yo vamos cada poco para tener aquello curioso».
Antiguamente el santuario se encontraba en un edificio anexo a su propia vivienda. En realidad, la capilla forma parte de la casería y «pertenecía a los güelos del mi marido». María Ángeles cuenta que hace unos cuantos años decidieron comprar la capilla para recuperar este patrimonio. Entonces, la parroquia de Caldones trasladó la Virgen de la Milagrosa a un templo nuevo, construido a unos 300 metros, entre las casas de María Ángeles Castro y Benjamín Vigil.
En concreto, la casa de María Ángeles pilla de paso en el peregrinaje hacia la ermita de Rioseco. El ir y venir de fieles que eso implica «no me molesta en absoluto, qué me va a molestar», recalca. Lo asume con normalidad porque ella, «a mi manera», dice, también cree en la Virgen de la Milagrosa. «Aquí la gente viene a pedir, sobre todo, por seres queridos que están enfermos. No sé si a ellos se les dio bien, habrá que preguntarles.
A mí, sí. Siempre que le pedí algo a la Virgen, sobre todo para los hijos y los nietos, me lo concedió. Por eso vengo a rezai», aclara esta vecina de 64 años. Hay cosas que no se pueden explicar. Ni antes ni ahora.
Fuente: LNE
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