miércoles, 30 de mayo de 2007
La lluvia se retira para que se luzca la fiesta del Bollu
En el día de ayer y tras varias jornadas casi invernales, la lluvia se retiró para dar paso a las celebraciones del Martes de Campo. Pandillas y familias se fueron echando a la calle tímidamente, a la espera de que el cielo aclarase sus intenciones. A eso de las dos de la tarde, ya no había dudas, comenzó el calor y unas horas después incluso salió el sol. El día premiaba así el optimismo de quienes desde el mediodía, o incluso antes, tomaron los parques y los merenderos de los alrededores de Oviedo.
Para llegar al Parque Purificación Tomás, en el que no se puede aparcar, algunos tomaron un taxi en el que subir las neveras y las cajas de sidra cómodamente y otros, con un ánimo envidiable, cargaron con ellas cuesta arriba. El recinto estaba plagado de gente, las familias y los grupos más tranquilos a la entrada y al fondo, más ocultas, las pandillas de jóvenes y los grupos que prefieren el botellón a la sidra.
Guillermo Alonso no es de estos últimos. Sus amigos prefieren la sidra y él se ocupaba de escanciarla, fresca gracias a un cubo lleno de agua y hielo, para sus amigos, de Cangas de Onís, Luarca y Oviedo. Al menos algunos de ellos, no todos, aseguraba haber asistido a clase en Mieres, donde cursan Topografía, antes de unirse a los festejos organizados por La Balesquida.
Fabián Morales es un ecuatoriano avispado que este año ha visto la ocasión de hacer negocio uniéndose a la fiesta. En una parrilla, junto al bar, preparaba costillas, criollos y pollo crujiente para aderezar con salsa picante. A cinco euros el plato, Morales no tenía respiro atendiendo a sus clientes hambrientos.
Mientras los más tranquilos comían, charlaban o retozaban tendidos en la hierba, otros corrían tras los balones en las pistas deportivas del parque y ante el edificio que acoge los servicios públicos se formaban largas colas de jovencitas.
Javier Suárez y Victoria Sánchez encabezan una familia de incondicionales al Martes de Campo. Una veintena se reúne todos los años en torno a un enorme mantel. Llegan poco a poco, Herminio Martínez es de los primeros en hacerlo «para coger un buen sitio», dice, y agotan allí el día. «Nosotros cerramos el parque todos los años», asegura Victoria.
Fuente: LNE
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