domingo, 13 de mayo de 2007

Julian Herrojo, afirma que "el Sinodo no puede solucionar todos los problemas"


Julián Herrojo Rodríguez, rector de la basílica del Sagrado Corazón (la Iglesiona) desde octubre de 2002, nació hace 49 años en Gozón, pero es un ciudadano del mundo. «Nunca añoro el pasado y estoy bien en todas partes porque soy cosmopolita. Y salvo a Jerusalén, donde me gustaría morir, no añoro volver a ningún sitio ni hacer nada que hice», explica a modo de presentación.

Estudió Derecho en Oviedo antes de ser monje benedictino y estuvo en el monasterio de Samos (Lugo), para acabar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Oviedo. Ejerció el sacerdocio seis años en Cangas del Narcea, tres en el Santo Sepulcro de Jerusalén y otros tres en Villaviciosa.

Desde su posición como miembro de la comisión preparatoria del sínodo diocesano convocado para 2009 por el arzobispo, Carlos Osoro, Herrojo analiza para LA NUEVA ESPAÑA lo que será el sínodo y otros aspectos cotidianos de la Iglesiona.
-¿En qué momento sinodal estamos ahora?
-Poniendo los cimientos porque aún no está aprobado el reglamento que lo regulará, aunque está muy adelantado. Estamos en la primera fase, que durará algo más de un año porque coincide que en 2008 es el centenario de las cruces de la Victoria y de los Ángeles, y para no solapar una cosa con la otra la primera fase durará más, pero a finales del próximo año se empezarán a recoger las aportaciones de los grupos sinodales de las parroquias y movimientos, para preparar los temas que pasarán a discusión en la asamblea.
-¿Qué puede pasar?
-Yo ya dije que el sínodo no va a descubrir la pólvora. Vamos a prepararnos para la evangelización del siglo XXI en Asturias, que es donde estamos, pero si conociésemos las claves las pondríamos en marcha ya, no habría que esperar a la asamblea. No espero del sínodo la solución de los problemas de la Iglesia, entre otras cosas porque a veces hay problemas que no se pueden solucionar, sino convivir con ellos y aceptarlos. Por ejemplo, que hay grupos a los que no se llega, ésa siempre será una dificultad que no va a resolverse salvo iluminaciones especiales del Espíritu Santo, y no lo digo de broma, porque puede hacerlo al igual que hizo en el Concilio Vaticano II. Puede dar una luz especial sobre cómo orientar la acción evangelizadora, pero es difícil. Creo que ya está todo inventado y aunque parezca paradójico, nuestro instrumento fundamental de evangelización es la palabra, acompañada, claro, del testimonio porque si no seríamos charlatanes de feria.
-¿Llega el sínodo en el momento más idóneo?
-Llega cuando decidió el Arzobispo, porque no es una iniciativa de la Iglesia asturiana, sino de don Carlos. Ya hizo uno siendo vicario general de Santander, y vio que podía ser bueno aquí. Todos los tiempos son apropiados para sentarse juntos y analizar la realidad en la que vivimos.
-¿Qué temas incluiría usted?
-Creo imprescindible que el sínodo aliente y apremie a que se haga una reestructuración del mapa parroquial de Asturias. No puede haber parroquias con menos de 20 personas que participen en la vida de la Iglesia porque eso no se puede sostener. Hay que hacer un ejercicio de realidad y suprimir muchas parroquias. La iglesia es muy lenta en estos cambios, pero hay que hacerlos. También incluiría un debate sobre la televisión, que tiene un poder enorme y la Iglesia tiene que utilizarla como elemento evangelizador. Lo intentamos con la TV Popular, pero los medios son limitados y es un problema que no podamos tener una TV para toda España, sino una en cada diócesis. Otros temas, como las vocaciones, no sabemos resolverlos. En realidad los problemas de la Iglesia son eternos, como ella.
-¿Cómo evolucionó la Iglesia en los últimos años?
-Lo más singular es que se ha reducido mucho el clero y la participación de los laicos. Otros hablan de la pérdida de la juventud, quizá también, pero en todas partes hay pocos jóvenes salvo en los «botellómetros». Son manifestaciones del carácter que tiene la sociedad de hoy y por eso creo que siempre es buen momento para el sínodo. También creo que la función que antaño tenían los sínodos ya fue superada tras el Concilio Vaticano II por el consejo pastoral diocesano, que es laical, y por el consejo de presbiterio y el colegio de arciprestes, que son clericales. La novedad del sínodo actual es que junta todos estos consejos en una asamblea, más otras personas que designa el Obispo. En todo caso insisto en que si hubiese ideas nuevas habrían salido en los consejos.
-¿Cuál es el objetivo del sínodo?
-Yo creo que adquirir la conciencia de la identidad cristiana, que en España está muy disminuida. Y se puede lograr. En paises donde el cristianismo no es mayoritario las comunidades cristianas tienen una conciencia vivísima que nosotros debemos de recuperar.
-Pero para eso deberíamos participar todos...
-Hay formas de hacerlo a través de los grupos sinodales que se forman en parroquias o en comunidades apostólicas. Ellos proponen temas en la segunda fase que discuten en la tercera para elaborar documentos que envían a la secretaría general.
-¿Es esa falta de identidad el origen de la crisis de la Iglesia?
-Yo no comparto la idea generalizada de que la Iglesia está en crisis. Al contrario, sostengo que nunca hubo mejores tiempos que los actuales. Otra cosa es que nos quedemos con el número de gente que va al templo, es verdad que ahora van menos, pero la labor de la Iglesia no es algo cuantificable con números y hay signos de buenos tiempos.
-¿Qué signos son esos?
-El primero la autenticidad. El cristiano que participa hoy es mucho más auténtico y más libre que en siglos pasados. Es un cristiano más consciente y más formado. Es verdad que en Europa disminuyen las vocaciones, pero eso no es una crisis estricta de la Iglesia, sino la parte proporcional que le toca de una crisis social generalizada.
-¿Cómo encajan en la Iglesia los libros de «new age»?
-Para mí el éxito de estos libros va acompañado de una exaltación del individualismo, muy propio de nuestros tiempos. La «new age» es una especie de espiritualidad individualista. Eso parece indicar que hay preocupación por lo religioso, pero es muy distante. Para mí es más próximo en la búsqueda del evangelio el estudiante de Filosofía que busca la verdad alcanzable que el lector de estos libros de espiritualidad.
-¿Cómo está la espiritualidad en Asturias?
-Tenemos el dudoso honor de liderar varios ranking deplorables. Por ejemplo, el mayor número de abortos, el mayor número de anuncios de prostitución y de locales de alterne en la prensa y el mayor número de horas dedicadas en televisiones a echadores de cartas. Pero no hay ninguna cadena, al margen de la Popular, con programas de cultura religiosa.
-¿Y cómo se evangeliza desde la Iglesiona?
-Primero a través de la palabra mediante el culto y después proporcionando un hogar a los movimientos cristianos y apostólicos que no están en una parroquia determinada, sino en la ciudad. Además la basílica proporciona confesores desde las siete de la mañana a las ocho de la noche, un servicio que se presta a todo Gijón. Hay otros instrumentos como los medios de comunicación e internet que es el primer medio de intercomunicación que existe, y que tiene la ventaja de no depender de un poder central y de facilitar libertad de iniciativas.
-¿Pasa mucha gente por el confesionario?
-Sí, sí, son miles de personas. A las siete de la mañana no hay cola, pero hay gente confesando. Tampoco oculto que cada vez son menos, pero no creo en una crisis del sacramento de la confesión.
-¿Cuál es el perfil del cristiano que va a la Iglesiona?
-Idéntico al de otras parroquias, con un grueso de personas de mucha edad, que corresponde con la población en España. Quizá sea especialmente piadoso, pero no se distingue en nada. Un dato puede ser que se dan 12.000 comuniones al mes, habitual en las grandes parroquias.
-¿Cómo van las obras?
-Bien, en dos o tres semanas se terminará la renovación del tejado y empezará la limpieza de la fachada. Lo último será la limpieza del interior. Al final quedará una basílica nueva. Lo que no va bien es la economía porque los gastos se han disparado con los gastos añadidos.
-¿Cuánto tenía que aportar la diócesis en un principio?
-Un tercio de 1.330.000 euros, pero al final iremos al millón, incluida la limpieza interna que es aparte. No nos pilla mucho de sorpresa porque en cualquier obra surgen cosas nuevas.
-¿Cómo respondieron los gijoneses económicamente?
-Tenemos una cuenta abierta para la limpieza interior que subirá al medio millón de euros y calculamos recaudar 100.000 a base de donativos particulares. Ya estamos en los 70.000 euros y hay donativos de todo tipo, desde los 6.000 a los 5 euros. Confío en que llegaremos. La financiación de benefactores institucionales, no públicos, aún está sin respuesta aunque hay buenas palabras.
-¿Qué haría con la iglesia de la Universidad Laboral?
-A mí me encantaría poder traer las imágenes exteriores para colocarlas en las fachadas de la basílica. El de la Laboral es un monumento de primer orden, pero no tiene independencia de acceso y eso complica su uso. No sé si encajaría como museo de arte sacro, por ejemplo.
-¿Hay muchos críticos con la labor de Osoro?
-Que haya opiniones discordantes es normal porque la Iglesia no es estalinista, sino que es la institución donde existe mayor libertad que en ninguna otra. Es verdad que primero tiene que haber una comunión de ideales, pero siempre hubo críticas. Otra cosas es que haya enfrentamiento y eso no lo hay aquí.

Fuente: LNE

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