domingo, 13 de mayo de 2007

Mañana se cumple el centenario de Tarancon, el que fuera arzobispo de Oviedo


Vicente Enrique y Tarancón, el cardenal de la transición española, el arzobispo que coronó al rey Juan Carlos I, el eclesiástico que difundió el Concilio Vaticano II en Asturias y España, y al que Pablo VI eligió para guiar a los católicos españoles durante el tardofranquismo -con mayor separación de Iglesia y Estado, y con menos privilegios-, nació en Burriana (Castellón), el 14 de mayo de 1907, mañana hará cien años.

Fue arzobispo de Oviedo entre abril de 1964 y enero de 1969.
Ese año le sucedería en la sede ovetense Gabino Díaz Merchán, hoy arzobispo emérito y quien ayer declaró a LA NUEVA ESPAÑA que «Asturias fue importante en la vida de Tarancón para su elaboración mental de aplicación del Concilio a la Iglesia de España».

Enrique y Tarancón estudió en el Seminario de Tortosa, donde fue ordenado sacerdote en 1929. El Papa Pío XII lo nombró obispo de Solsona en 1945. Diecinueve años después es promovido al arzobispado ovetense, y después, al de Toledo, al tiempo que es elevado a cardenal de la Iglesia. Muy pronto, en 1971, será designado arzobispo de Madrid.

Fue presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) desde 1971 a 1981, año en que, el día 24 de febrero -siguente al del golpe de Estado-, Merchán también le sucedió en el cargo.

Burriana celebra estos días el centenario de su paisano. El viernes pasado, los historiadores Paul Preston, Julián Casanova, Juan María Laboa e Hilari Raguer; y los jesuitas Alfonso Álvarez Bolado y José María Martín Patino -su vicario general en Madrid y jurado de los premios «Príncipe»- disertaron sobre su figura.

Mañana, todas las campanas de su localidad natal repicarán a mediodía.

Merchán le define así: «Ha sido un hombre providencial para conducir, en lo que puede un presidente de la CEE, a la Iglesia en la transición española. Era persona de gran inteligencia y de gran formación; pero, sobre todo, tenía el don de calibrar las situaciones, de conocer las personas, de estar informado y de mantener una actitud de paz y de búsqueda de medios que aseguraran una transición aceptable para todos, que fuera cimiento de una vida en democracia, en la normalidad política de España».

El emérito asturiano juzga que «lo hizo maravillosamente, aunque fue elegido presidente de la CEE cuando había turbulencias en las aguas de la Iglesia, y posturas muy radicalizadas de izquierdas y derechas con motivo de la asamblea conjunta de obispos y sacerdotes (1970)».

Al sucederle en Asturias, «me encontré con que el cardenal había hecho una gran labor al dar a conocer el concilio. Tenía unas dotes especiales de divulgador y visitó toda la diócesis, especialmente a los sacerdotes, para difundir el Vaticano II».

Tarancón aplica reformas en la diócesis, «como la creación de zonas, el impulso de la pastoral de conjunto, la creación del consejo del presbiterio y el de pastora, aunque este último no pudo llevarlo a la práctica porque no era fácil», explica Merchán, quien agrega que «yo me encontré un terreno abonado y removido para la nueva pastoral de la Iglesia».

También hubo dificultades para Tarancón. Rememora Díaz Merchán que «Asturias estaba entonces muy revuelta, y eran plato diario los encierros y protestas de uno y otro sentido; algunos sacerdotes querían que las reformas fueran más deprisa y le decían a Tarancón que no se definía en un sentido que a ellos les parecía urgente».

Curiosamente, al final de su paso por Asturias «un grupo progresista que quería una reforma rápida organizó una protesta contra él; coincidió que le destinaban en ese momento a Toledo, así que decían que se había librado de la protesta, pero estoy seguro de que si hubiera continuado aquí lo hubiera resuelto con su sentido práctico». Merchán explica también que «el Arzobispado de Toledo era muy importante y tardaron mucho en darle el sucesor a Pla y Deniel, porque creo que en la Santa Sede querían estar seguros de enviar un arzobispo que fuera positivo en los años de la transición».

Díaz Merchán recuerda alguna anécdota: «Tarancón fumaba mucho y cuando yo vine a Asturias, que también era fumador, encontré que me regalaban puros porque estaban acostumbrados con él. Un día, en una reunión de la CEE, saqué un puro y empecé a fumarlo despacio, hasta que logré distraerle. Empezaba a fumarlo despacio y lograba distraerle; me miró y me dijo "eres malo, Gabino", porque él no tenía puro. Entonces yo sacaba una caja y se la daba».

Merchán no se considera «taranconiano, pero estoy contento de haber colaborado con él y no le llego ni a la suela del zapato». Vicente Enrique y Tarancón dejó el Arzobispado de Madrid en 1983 y falleció en Villarreal, el 28 de noviembre de 1994.

Fuente: LNE

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