viernes, 4 de mayo de 2007
Carreño Miranda se muestra como un gran pintor para los investigadores
El pintor, escultor y académico Joaquín Vaquero Turcios define a Juan Carreño Miranda, el gran artista asturiano del siglo XVII (Carreño, 1613/1615-Madrid, 1685), como «magnífico pintor» de «obra muy variada, de facetas a veces misteriosas» y «persona buena, mesurada, digna, modesta e ingenua».
Vaquero Turcios es el autor del prólogo del libro «Juan Carreño Miranda. Vida y obra», escrito por Pilar López Vizcaíno y Ángel Mario Carreño, presentado ayer por Cajastur, entidad patrocinadora.
Artista fundamental en la historia de la pintura española y uno de los grandes pintores asturianos, Juan Carreño Miranda fue pintor del rey Carlos II entre 1669 y 1671, monarca a quien realizó más de dos docenas de retratos, y después pintor de cámara entre 1671 y 1685.
Ángel Carreño -que también edita la obra- y Pilar López Vizcaíno comenzaron a trabajar en la monografía hace seis años, momento en el que se dieron cuenta de la escasa documentación que había sobre el artista. Los autores han logrado completar datos de Carreño Miranda referidos tanto a su vida como a su obra, y descubierto la autoría de algunas pinturas hasta ahora atribuidas al artista, y también al contrario.
Incluyen también un estudio sobre la actividad del pintor asturiano como dibujante, apareciendo por primera vez en el libro algunas piezas que habían sido poco investigadas hasta el momento, al tratarse de fondos de museos extranjeros.
La obra, un volumen de 569 páginas a color, tendrá una tirada inicial de dos mil copias y se comercializará a 60 euros. El diseño es de Luis Vallina.
El Museo del Prado y el de Bellas Artes de Asturias guardan una amplia selección de su trabajo, en el que sobresalen los retratos y las obras religiosas. El magnífico retrato de Carlos II y las pinturas de «San Francisco de Asís», «Magdalena Penitente« y «San Hermenegildo» pueden verse en el museo de su tierra.
Vaquero Turcios encuentra una estrecha relación entre las series de retratos de Carlos II y de doña Mariana con algunas de las pinturas de Francis Bacon, «también sobrecogedoras, muchas de ellas explícitamente inspiradas en Velázquez. El pintor astur-madrileño cita, entre las analogías, el trágico ambiente de las escenas en un contenedor frío, a veces en tinieblas y muy vacío, la insistente presencia de espejos dentro de las estancias (...), las fisonomías y estructuras corporales deformes de los bufones y enanos, más trágicos que los equilibrados y prodigiosamente objetivos de Velázquez y las deformaciones blandas del rostro de Carlos II, que parece deshuesado, con un proceso formal muy análogo al del maestro británico.
«Le tocó vivir una fealdad terrible y escribirla con la natural elegancia de su pintura y con toda la aparente indiferencia y el control de los que fue capaz, sin juzgar, pero observándolo todo. Una fealdad no sólo estética», escribe Vaquero Turcios.
Fuente: LNE
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